miércoles, 9 de junio de 2010

Le Collier

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Su nombre era Valentine, tenía el pelo rubio ceniza y unos rizos que le caían hasta mas abajo del hombro dándole un aspecto inocente aunque parecía mucho mayor de lo que en realidad era. Su vida, su luz, su esperanza... el todo era su mejor amiga, habían crecido juntas y el lazo entre ambas era mayor cual lazo entre dos hermanos. Se llamaba Mireille -y sus ojos verdes...era eso, sus ojos-y nunca nunca nunca jamás le había fallado.

A Valentine le entró una duda. Hacía unos meses había estado en casa de los Moreau y sin permiso cogió la gargantilla preferida de la hija de estos -También hay que decir que a pesar de que Valentine era pobre, tenía cierta tendencia a la cleptomanía-. Mireille apoyó a Valentine en todo lo que pudo, esta cayó en una gran depresión pero con todas sus fuerzas e iluminandole el camino con sus verdes ojos, le ayudo a superar esta mala racha.

Era Jean-Baptiste, un muchacho presuntuoso, el mejor amigo de la primogénita -Sí, la dueña de la gargantilla, Jacqueline- de los Moreau, por sorpresa de todos, sabía cual era el crimen cometido por Valentine y sin un porqué -Tal vez sí, pero este es totalmente desconocido- se lo contó a la tan querida heredera Moreau. El grito y enfado de esta fue oído por todo París.

Nunca se lo habría esperado Valentine, nunca. Mireille lo sabía, Jacqueline se lo había contado mientras tomaban un croisant delante de Notre Dame... Sí, era Jean-Baptiste el soplón -Maldito bastardo...¬¬ -.

Y Mireille... Oh Mireille! Cuanto lo siento! Cuanto siento haberte fallado, tanto que hayas perdido la confianza en mi... Aunque no sepa seguro que hayas sido tu... Sabes que siempre te amaré, como a una hermana, más que eso... mucho más... Como a una gemela...

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