domingo, 29 de mayo de 2011

Dejaré de estudiar filosofía.





"Escucharte hablar es como música para mis oídos"

Ese momento de tranquilidad que todos sentimos cuando nos levantamos y no nos acordamos de nadie, cuando nos acostamos y seguimos pensando en la cena, cuando el día pasa y los sentimientos sólo se encaminan a lograr una virtuosidad máxima, el mayor valor de uno mismo.

Pero no sé si se trata de un nuevo punto de vista de una vetusta vida, o tal vez sea la justicia divina que me ha concedido por milésima vez una oportunidad lavada, empezar de 0 desde el momento 1000.

Voy a ser quien soy. Voy a vivir la vida el límite, porque la positividad es mi nueva religión, el amanecer mi mesías, la sonrisa mi seña y el reír mi lema. Porque ahora puedo hablar sin miedo a soñar y vender promesas que se van a cumplir, quiero volver a ver todo lo que he echado de menos.

En el momento de la perdición llegué hasta el fondo, ahí me hundí pensando que no volvería a la superficie, me sumergí en un mar de dudas lleno de grandes errores, me dejé guiar por mis instintos, pensé que la única manera de sobrevivir era apurando al fallo.
Pero todos somos, hemos y caemos; todos nos avergonzamos; y no aprenderemos a superarlo hasta que no nos demos cuenta que la única manera de sobrellevar un fracaso es aceptándolo, aceptándolo como algo que forma parte de ti, como una forma de aprender.

El día a día es lo que va a haciendo de nosotros alguien con quien hablar y con quien compartir ideas, si lamentásemos cada error y lo borrásemos de la faz de la tierra no tendríamos qué enseñar. Porque todos somos maestros de la misma doctrina, que aunque llevada de distinta mano el fin desemboca en el mismo mar.


Sólo quería ser feliz viviendo lo invivible, siendo la envidia de los envidiosos, la lujuria de los deseables y el fin de los injustificables.