Creerse el más loco en este mundo donde al más cuerdo se le llama bipolar. Sitios donde los inteligentes se hacen pasar por imbéciles y los imbéciles fingen saberlo todo olvidando por momentos como leer y escribir abc.
Empezar los libros por el desenlace, intentar averiguar la pregunta de una respuesta sin coherencia.
Jurar por Dios, blasfemar por doquier y profanar lo previsto.
Fumar cada cigarrillo como solución a una supuesto estrés, irónico final para alguien que morirá con cemento en los pulmones; y es así, la autodestrucción, el título del libro que escribirá la extinción de la humanidad.
Como una ola de frío en pleno Julio que manda morir de hipotermia a todo el fuego que destruye todas esas almas vacías, sin un destino fijo, sin una razón de ser, sin cuerpo. Pues nadie le llevará la contraria a la voz cantante y nos tomaremos la política como un juego, aquel juego al que no nos dejaron jugar de niños.
Empieza a desvelarse el potencial de una personalidad egolatra, miedo a la evolución de este fenómeno, ánsias y nervios por la definición del carácter de alguien a quien me gusta llamar "yo, yo misma o esa, la que nunca debió aprender a pensar". Por supuesto, algo para llevar a escondidas, como una doble personalidad, un héroe o villano de cómic que sólo sale en situaciones límite.
Nacimiento del nuevo anticristo, soy mi propia dictadura.
Por esos días en los que quiero follar sin ganas y gritarle al silencio que éste no era el lugar donde le pedí acabar la noche.