sábado, 10 de diciembre de 2011

Yo soy una déspota y mis circunstancias.




Hoy voy a vestirme al más puro estilo vintage, a jugar con el aire que aspiro y a vivir esa vida que sueño, que anhelo, que reprimo.
Decía Freud que cada uno de nosotros tiene a todos como mortales menos a sí mismo. Bueno, en realidad yo estoy segura de mi propia muerte, de hecho estoy tan segura que sé que no voy a morir.
Humo por todas partes, gritos, falsas admiraciones y frases cortas con clara intención:
-¿Sales un rato fuera?
-Claro, espera que coja mi chaqueta.
- No creo que vaya a hacerte falta.
-¿No? Hace frío...
-Tengo calefacción en el coche.
40 pasos, calor (oh sí, calor) un arranca-aparca rapidito y para casita que ya estamos listos.

Ni me esperéis, ni me busquéis, si desaparezco entre la niebla temed por vuestra propia integridad física. Basta de hipocresías, nadie actúa más que por su propio interés.

Que si hoy caigo, que si mañana me levanto, se acabó. Lo que quiero es volar. Volar mucho, volar por encima del cielo, como una niña pequeña que cree en la magia, como una niña tonta que algún día creyó en el amor.

Pienso levantarme todas las mañanas a tomar el aire fresco y quitarme toda la ropa, la piel e incluso los huesos, quedarme con la pureza de una alma corrompida por alcohol, impulsos y caprichos. Un alma humana al fin y al cabo, la juzgaremos, la destrozaremos, la haremos añicos más y más pequeños y ¿Para qué? Para frustrar una personalidad puramente concupiscible. Le es innato pero no nos importa, somos unos sádicos y estamos sedientos.

Quien quiera que me siga, no pienso rechazar invitaciones por cierto, ni poner malas caras a la amargura, pues quien no quiera ya puede alejarse porque no pienso evitar la explosión.

En la jerarquía de mi vida primero voy yo, todo lo demás ya pensaré si lo incluyo en el reino.