lunes, 22 de junio de 2015

Las musas también mueren

Fue un error constante intentar descubrirte en un espectro de fatalidades vacuas y desesperanzadas, equívoco al fin y al cabo, y tú, tan esquivo, no me informaste de mi desacierto, qué descaro, seguiste jugando a ser verbo imperativo. Vacilé en algún momento, de un instante a otro (aun me pregunto cuándo), y ahora caigo en espiral hacia un abanico de preguntas y posibilidades, ni mucho menos turbias, más extrañas y curiosas que sucias, como en una nebulosa, puro nervio, contingencia.  

Nadie me dijo que las musas también mueren, y la muerte de una musa debería considerarse asesinato, pues aun siendo éstas inmunes al paso del tiempo, perecen sin remedio tras la desidia de su propietario.   


Es extraordinario el arte de matar desdibujando, hasta convertirme en una hoja en blanco. Me aterran las hojas en blanco.