miércoles, 5 de junio de 2013

Meravigliosas creaturas.

Llegados a este punto y en contra de unos principios que juré no volver a quebrantar no me queda otra que confirmar la depravada naturaleza del ser humano. Haciendo acopio de más que suficientes circunstancias dignas de quinceañeros, me niego a dejar que pase desapercibido y quede en el olvido cómo una especie de fanatismo es capaz de llevar hasta tal extremo el liderazgo neurótico y actitud déspota fruto de dejar impune todo comportamiento que va más allá de las libertades del prójimo.

Me da vergüenza seguir encontrándome a estas alturas tanta falta de humildad; me da vergüenza que los insultos gratuitos no sólo no se penalicen, sino que además se vitoreen y aplaudan como si de hienas en celo se tratasen; me da vergüenza haber caído en esa dinámica, me enorgullece poder hablar de ello. 

Esa soberbia traicionera que tanto nos caracteriza muestra nuestra peor cara, y es que parece que nos una más denigrar al "enemigo" que los gustos comunes - excepto cuando éstos son análogos -.

Porque léxico, cultura y descaro por lo visto tenemos todos, pero límite sólo unos pocos.