jueves, 10 de noviembre de 2011

La llamaron loca.

En su propio mundo aquello fue un pensamiento revolucionario, algo fuera de lo convencional, dicen las malas lenguas que no tenía madera de ilustrada. Pero ella lo sabe, era de un tipo avanzado a su tiempo.

Una fría tarde de Febrero o cualquier otra fecha poco importante, cogió su mejor voz y totalmente desmaquillada gritó al mundo esa criticada forma de vida. Cuchillos y tenedores, armas blancas con las que se lo zamparon todo, ese algo que nunca deberíamos perder, algo que un filosofo optó por nombrar como esencia. Tal vez sea por la sencillez para recordarlo que yo le llamé personalidad.
Así empezó la dura guerra que aun sigue librándose cada mañana en su campo de batalla, una mente prodigiosa algo más que desperdiciada.
Cómo iba a reaccionar ante tal masacre, ideas desgarradas e ilusiones decapitadas ¿Tan difícil era de entender? Era un alma libre, lo tenía en el código genético y grabado sobre el corazón.

"El ignorante se exhibe delante del genio como un gran galán de las palabras, mientras tanto, el perspicaz se acomoda en silencio escuchando cortas deducciones del idiota emocionado".

Con ésto quiero que se entienda que cada ataque que la hirió fue guiado por las dagas más simples y comunes: la prepotencia, el miedo y la envidia.
Prepotencia en una sociedad de falsos jueces (sabius domesticus).
Miedo hacia lo desconocido.
Envidia de una tranquilidad sincera, porque quien actúa por gusto pocos remordimientos puede tener.

A pesar de saberse de memoria la teoría ella sigue cayendo, se hunde y le atrapan en territorio enemigo.
Pérdida de la guerra por una falsa idea de sí misma, por la subjetividad de su exterior, por un nombre ilegítimo y por unas definiciones totalmente despectivas.


Absurda inocencia y madura gilipollez, no avanzamos... No existimos.
Me las piro a Beirut.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Oda al silencio.








Qué decir, qué pensar, qué sentir. Miles de ideas que ahora rondan por mi mente sin tener que repostar, el cansancio ha hecho estragos, pues ya no somos lo que anunciábamos.


El pasado sigue en el presente, todo gira en torno al silencio, a la mentira, a callar cada palabra que duele y mata. Palabra asesina, insensible.



Olvida lo que aquel día te dije, ni soy fuerte ni quiero serlo, me detengo y pongo toda mi atención en este vacío, desaprendo todo aquello que me enseñaron por vivir.

Repasamos aquellos días que quisimos recordar, apuntamos nuestras fechas en lo más hondo de la piel. Bajo ese manto de imbecilidad somos viejos cantando en susurros, nuestra voz no emite sonido, morimos poco a poco andando en círculos, repitiendo esa secuencia que alguien nos prohibió.

Desafiando todas las reglas nos pondremos a gritar.
Dulce final ese que está cerca, cierro boca y ojos, me pongo a llorar.